LEOPOLDO aLAS cLARÍN
biografía
(Leopoldo Alas y Ureña,
también conocido por su seudónimo Clarín; Zamora, 1852-Oviedo, 1901) Novelista
español. Aunque nació en Zamora, donde su padre había sido nombrado gobernador
civil, era de familia asturiana y a partir de los siete años vivió en Oviedo,
ciudad a la que le uniría una estrecha relación y que se convertiría, de alguna
manera, en la protagonista de su obra maestra, La Regenta. Estudió en Oviedo,
con brillantes calificaciones, tanto en el colegio como en la universidad. Muy
joven manifestó una exaltada afición por la literatura y una notable aptitud
para el teatro y el periodismo satírico.
La revolución de 1868
despertó sus simpatías por la causa republicana y liberal, y sus años en Madrid
(1871-1882), donde estudió filosofía y letras y se doctoró en leyes, le
permitieron tener contacto con el círculo intelectual krausista, cuya
influencia, muy en especial de su profesor Francisco Giner de los Ríos, fue
decisiva en su formación.
Con el seudónimo de
Clarín, se convirtió, a partir de 1875, en uno de los colaboradores más activos
de la prensa «democrática». En 1883 contrajo matrimonio y obtuvo la cátedra de
economía y estadística en la Universidad de Zaragoza. Al año siguiente logró su
traslado a la Universidad de Oviedo, donde enseñó derecho romano, actividad que
alternó con las de articulista y escritor.
Sus artículos literarios
y satíricos, publicados mayoritariamente en la revista Madrid Cómico,
alcanzaron gran popularidad, pero su mordacidad le valió numerosas enemistades
e incluso algún duelo. A su llegada a la capital asturiana, emprendió la
redacción de La Regenta, cuyo primer volumen aparecería en 1884. Dentro de su
producción crítica destacan los Folletos literarios, una serie de ocho
opúsculos publicados entre 1886 y 1891.
Lector infatigable y
estudioso concienzudo, sus más de dos mil artículos filosóficos, políticos y
literarios publicados lo convirtieron en el mayor crítico literario de su
tiempo, y en una autoridad intelectual influyente y respetada. Su ideología
progresista y su adscripción a la ética liberal del krausismo entroncan con la
voluntad política, característica de ese fin de siglo, de superar la
tradicional inercia cultural española.
Sin embargo, a partir
de 1890, al sentir que no pertenecía a ninguna de las clases sociales
históricamente activas y despreciando a una burguesía cuya única aspiración se
limitaba al beneficio, poco a poco sustituyó ese dinamismo histórico por una
moral más bien individual que reivindicaba la emancipación del hombre por la
cultura. Para él, la posibilidad del progreso social estaba íntimamente ligada
al progreso moral del hombre.
Esa nueva orientación
lo llevó a concentrarse más en su obra literaria y a revisar sus convicciones
positivistas. Sin alejarse definitivamente de la ciencia, relativizó su poder y
centró sus esfuerzos literarios en la descripción de la interioridad humana.
Para Clarín, no hay valor auténticamente humano que no sea valor de
interioridad. De ahí sus implacables críticas a la Iglesia institucional y su
repugnancia por la falsedad, la impostura y la hipocresía, componentes
centrales de la sociedad provinciana y decadente que describe magistralmente su
novela La Regenta.
El centro de su
pensamiento filosófico y religioso se articula entre el reconocimiento del
poder de la razón y la permanente intuición del misterio. El «realismo humano»
de Clarín adopta las enseñanzas de movimientos y personajes tan dispares como
el naturalismo de Victor Hugo, el psicologismo de Bourget o el racionalismo
espiritual de Renan. Si bien es indiscutible que la gran obra que deja Clarín
es su novela La Regenta, sus relatos breves y su teatro son parte insoslayable
de su producción y destacan por la ironía y la ternura inteligente. En cuanto a
su vocación teatral, en 1885 estrenó Teresa, obra considerada actualmente como
uno de los intentos más notables de renovación del teatro español del siglo
XIX.